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¿Qué es el apego?

¿QUE ES EL APEGO? TIPOS DE APEGO ADULTO Y SUS MODELOS DE RELACIÓN

Mucho se habla hoy en día desde la piscología sobre el apego, pero ¿Qué es el apego?

El apego es la denominación que se hace a un tipo de ligazón emocional y afectivo que surge entre seres vivos (desde personas a animales) e incluso puede incluir seres inanimados (sentir apego por un objeto material), fomenta el contacto y cuidado del otro. El apego por tanto no es una cualidad únicamente humana, los animales tienen también la capacidad de sentirlo durante toda su vida.

La teoría del apego

John Bowlby fue el creador de la teoría del apego, fue el primero en analizar el apego en bebés institucionalizados, investigando como el cuidado ofrecido por las enfermeras influía en los bebés (su expresión emocional, el hecho de que acepten o no alimentarse…)

La teoría inicialmente se limitaba a entender el apego como una mecanismo que permite la relación por parte del bebé con su cuidador, lo cual le garantiza una posibilidad más alta de sobrevivir, al conseguir consolidar esos cuidados por parte del adulto. Por eso lo consideraba algo inconsciente, innato. Bowlby consideraba que el apego forma parte de la conducta humana a lo largo de toda su vida.

Mary Ainsworth, fue quien realizó, gracias a su experimento de la “Situación extraña” la primera clasificación de los diferentes tipos de apego que suceden durante la infancia. (Esos que todos hemos oído mencionar en algún momento.)

Tipos de apego

Los cuatro apegos descritos gracias al experimento son aquellos que surgen en las interacciones con el bebé que se dan en la primera infancia por parte de la madre, o cuidador principal.

1.- APEGO SEGURO:

apego mayoritario. Aquí la presencia de la figura de apego da la suficiente seguridad como para comenzar a explorar el entorno. La ausencia de esta figura provoca gran malestar y angustia, siendo su vuelta un alivio. Este tipo de apego surge principalmente cuando los cuidados del bebé le permite al mismo sentirse lo suficientemente seguro y satisfecho. Esto es consecuencia de que la figura que cuida al bebé es capaz de responder a las necesidades que se le demandan (por ejemplo, ser capaz de interpretar el llanto del infante).

APEGOS INSEGUROS:

2.- APEGO ANSIOSO O AMBIVALENTE:

Como su nombre indica, en este caso la figura cuidadora no se concibe como capaz de responder satisfactoriamente a las demandas, existen dudas al respecto (a veces sí lo hace, otras no). Por tanto el bebé no sabe qué esperar, no está seguro de poder contar con una respuesta satisfactoria para con sus necesidades. Su presencia no garantiza seguridad alguna, lo que provoca gran ansiedad.

Los infantes con este tipo de apego suelen mantener la cercanía con el cuidador en todo momento, debido a la inseguridad que despierta el mismo. Su marcha genera gran sufrimiento, por la total sensación de desamparo. Aún así la vuelta de la figura de apego no garantiza alegría o alivio ninguno, de hecho son comunes las muestras de rechazo y enfado. Aunque tienden en algún momento a volver a acercarse y buscar el contacto protector, que tanta falta hace.

3.- APEGO EVITATIVO:

en este caso no se busca cercanía, ni se encuentra protección en la figura apego. Cuando marcha no se muestra sufrimiento, y cuando ésta vuelve existe cierto nivel de indiferencia o evitación. Surge cuando las necesidades que se presentan son rechazadas o ignoradas por la figura cuidadora. Lo que desemboca en una conducta de evitación, como defensa natural al malestar asociado a ese abandono físico y emocional.

4.- APEGO DESORGANIZADO:

es el que menos prevalencia tiene y el más común en situaciones de maltrato y violencia intrafamiliar. Puede considerarse una mezcla de los dos tipos de apegos inseguros descritos más arriba (ansiedad + evitación). Las conductas mostradas por los infantes son inconsistentes, contradictorias o confusas. Ante la ausencia de la figura cuidadora se muestra inseguridad. Cuándo ésta regresa se puede mostrar miedo o alegría, sin búsqueda de contacto. Pueden darse patrones cambiantes o extraños dependiendo de la situación.

El apego adulto

Una vez nos convertimos en adultos el apego va a generar una red de pensamientos y formas de relación interpersonales más o menos estables. Hazan y Shaven encontraron hasta tres tipos de apego adulto, que marcarán las ideas de intimidad y relación que se tienen, la forma de enfrentase ante un conflicto, la actitud ante las relaciones sexuales, la capacidad para expresar deseos, necesidades y las expectativas que se tiene de la pareja y la relación.

1.- Apego seguro adulto:

Se cree que aproximadamente la mitad de la población adulta tiene este tipo de apego. En estos casos no hay preocupación por tener un compromiso, no existe evitación de la intimidad. Se sienten cómodos compartiendo su intimidad. Tampoco hay miedo con respecto al abandono, ni obsesión por la relación. De este modo en las relaciones con los demás destacan la confianza y comodidad. Favoreciendo las interacciones con los demás, como iguales, así como con sus figuras de apego. Este tipo de adultos suelen presentar estabilidad emocional y calidez. Se consideran merecedores de afecto, por tanto cuentan con una buena percepción del yo. Valoran su independencia y la de los demás, buscan tener relaciones positivas.
Se experimenta un nivel bajo de ansiedad y evitación por la relación

2.- Apego evitativo adulto:

En este caso se trata de personas que cuentan con dificulta a la hora de confiar en los demás. La percepción del otro es negativa, y por tanto les es complicado  sentirse cómodos en relaciones que tengan intimidad. Las relaciones destacan por su superficialidad, y por el rechazo a la hora de hablar de uno mismo a los demás. Se caracterizan por ser menos sociables, sin que ello implique que no sepan disfrutar de una relación cercana. La percepción del yo suele ser positiva, pero la desconfianza en el otro le puede llevar a ser autorrepresivo, huidizo e incluso a parecer fríos.

Las relaciones se suelen caracterizar por incomodidad ante la cercanía del otro, y valorar más la independencia que la propia relación. No existe preocupación por los sentimientos de la pareja, dando lugar a niveles bajos de ansiedad. Prefieren no confiar ni abrirse a los demás. Acostumbran a huir regularmente.

3.- Apego ambivalente adulto:

La percepción del yo es negativa, tanto la identidad como el autoconcepto suelen estar dañadas. Dando lugar a inseguridad con respecto a las relaciones íntimas, siendo éstas fuertemente deseadas, aunque vividas con miedo y precaución. Existe un alto miedo al abandono y una percepción positiva del otro. Por tanto, las relaciones personales adultas de este tipo de apego se caracterizan por deseo de intimidad y cercanía, a su vez que plantearse el futuro de la relación provoca miedos e inseguridades. No pudiendo ser tranquilizado por la pareja, existiendo niveles altos de ansiedad en la relación. Tienden a preocuparse por si su pareja está disponible, receptiva, atenta…

Conclusiones

Me parece muy importante puntualizar que ninguno de los estilos de apego adulto puede ser considerado como patológico, de hecho puede servir para contextualizar y comprender conductas hasta ahora consideradas erráticas o incomprensibles. Ser conscientes de nuestra forma de realizar vinculaciones nos puede ayudar o terminar con conductas repetitivas, que tenemos como respuesta automática a situaciones que nos superan de alguna manera, más o menos sutil, emocionalmente.

La conclusión, podría ser, que los primeros cuidados recibidos, el modo en que nuestro cuidador principal supo interpretarlos, tenía o no el tiempo y energía suficiente para formar un vínculo adecuado es determinante a la hora de relacionarnos con los demás. Es importante saber que todo esto influye decisivamente en los padres que somos (por imitación, hacerlo de la misma manera o por reacción, precisamente hacer lo contrario), y es interesante a la hora de analizarse a uno mismo.

Me gustaría terminar con un término de Winnicott “la madre suficientemente buena”, es imposible ser el cuidador perfecto del bebé, así como de nosotros mismo. Es importante saber que se puede ser bueno cometiendo errores, y que con eso nos basta para funcionar adecuadamente. Tanto como padres, como hijos, como persona.

Antara Miranda García psicóloga

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